Hubo un martes en el que de repente sentí que no te tenía
y se me hicieron agujeros
en el habla.
No sabía ni siquiera el
número de tus zapatos
y ya estaba permitiendo
tus pisadas en mi mundo.
Como todos los mares me
inundaste la entereza
y quedé rota y desarmada
con el pecho en la garganta.
No hace falta que lo diga:
te miré y estabas sola.
De repente fui el espejo
de una vida desde adentro.
Y de repente fui la boca
que eclipsaba tu elegancia.
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