“El mecanismo del beso” nos sitúa en un escenario de espejos enfrentados, de mise en abyme, donde son ambiguos los límites entre realidad y ficción, entre la persona que escribe y el “yo lírico”, entre vida y poesía. En el poema titulado “la foto que me mandaste”, por ejemplo, unas bastardillas dicen: “es lógico, agustina/ que después de un día de intentar hacer felices a todos/ quieras arrancarte la máscara/ dejar de hablar y desobedecer”. Máscaras y vestuario forman parte del gran teatro del mundo en el que nos caracterizamos de nosotros mismos: “lo que ves es un disfraz/ pero lo cuido más que a mi vida/ porque me costó mucho conseguirlo/ cuando sea el momento me lo voy a sacar/ los disfraces se hicieron para terminar en el piso” (“los disfraces”). “El mundo -escribió Fernando Pessoa- no es verdadero pero es real”. “El mecanismo del beso” comparte esta cosmovisión y desafía, entre otras hegemonías, la del lirismo, insertando en el tejido del poema retazos del habla familiar de la plaza pública: “yo venía tranqui 120, amando y confiando...”, o “me comí el viaje tantas veces...”, “o sea: yo no quiero decir nada/ pero...”. Las palabras de este libro rico en diversidad de tonos nos miran con ojos solicitantes. Ni una de ellas forma parte del decorado, ninguna hace mutis por el foro. Todas, a su manera, son protagonistas de una voz confesional, honesta y valerosa.
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/295097-identidad-y-pandemia-la-punta-del-iceberg-escenarios-amp-sociedad.html]
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