Quiero tener cara de poema.
Y que mis manos sean un sol de otoño a las cuatro de la tarde.
No me hagas entrar en el juego indigno de tener que mentir.
Aceptáme oscura y luminosa.
Con ganas de irme para siempre y con ansias de quedarme a ver qué pasa.
Quiero ser agua.
Y caer sobre el cuerpo de un árbol sucio hasta dejarlo blanco.
Por favor.
No me hagas hablar de lo que hago.
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