La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)
situación de crisis
Voy a intentar explicar lo que yo llamo una "situación de crisis". No siempre hay una marca visible. Ni siquiera me desmayo como me gustaría para que alguien pueda comprender la gravedad del asunto. Una "situación de crisis" empieza como una ametralladora de pensamientos apresurados y destructivos. Uno, dos, tres, ciento veinticinco. Palabras que dije y que no dije se amontonan en la boca del cerebro y forman un "eco" de nunca acabar. Hoy por ejemplo pensé "estoy sola en el mundo" y una voz, que es la mía pero viene de otro lado, me respondía "sí, estás sola, sola, sola, sola, SOLA". No me voy a cansar de decir que es muy difícil de "explicar con palabras de este mundo". Mis ojos no pueden enfocar. Me vuelvo rígida. La presión sube por la espalda y desemboca en la mandíbula. Siento que todos me odian, me observan y saben quién soy. Soy consciente del error pero no puedo evitarlo. Mi cuerpo se prepara para un suceso extraordinario pero el suceso extraordinario nunca llega. Ahí está la impotencia. Le digo a mis hermanos "estoy mareada, vayan a esperarme a la esquina". Decir "estoy mareada" es lo más aceptable socialmente. La cabeza sigue haciendo de las suyas. Tal vez si pongo Fito Páez me sienta como en casa. Funciona, pero no tanto. Ni siquiera puedo mandar un audio. Mucho menos mirar redes sociales. Bajo del colectivo, camino 5 cuadras y los veo venir a mis hermanos. Me vuelve el alma al cuerpo. Necesitaba una cara familiar. Los abrazo, les digo "gracias" y en ese "gracias" se esconde un "me salvaron la vida". Llegamos a casa. Peluche me saluda pero yo no puedo saludarlo. Cruzo el patio. Me descalzo, respiro y me digo a mí misma "ya pasó, agustina, ya pasó". ESTOY A SALVO. Y la "situación de crisis" se deshace, para volver quién sabe cuándo. Ojalá que nunca.
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