La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Gracias igual.

Caés de nuevo en la volteada y creo que me dolió el tropiezo, pero el moretón ya me es rotundamente indiferente. Y tengo tantos sueños que mejor dormirlos en la almohada y levantarlos cuando el cuerpo tenga ganas. Hoy estoy expectante y sólo de mí misma. Me espero como siempre masticando madrugadas y me importa un cuerno tu llegada. La verdad más mentirosa es que aprendí a olvidar. Sigo sin entender al cuerpo que me hace muecas hasta el final del partido y no lo puedo gambetear. Mirá lo que es esta ciudad, se le ponen los pelos de punta porque perdió la libertad, y la adornan esquinas vulgares que, en silencio, nadie quiere atravesar. Me importa poco. Hoy no voy a caminar. Tengo un acordeón en la frente y, para colmo de arrugas concretas, está tronando el espanto ¡y sabe espantar! Caigo de nuevo en la volteada y no me pienso empapar. Hoy estoy jugando a los botones con mi seriedad. Ya está, no me volé, gracias igual.

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