La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Ovejitas.

Te juro que conté, conté ovejas, ovejones, ovejitas. Pero los sueños no venían. Me pasé noches enteras desnumerándome la vida y desenredando los ovillos del tiempo, pero te juro que todo TODO de golpe se apelmazó en una esquina y así, sin más, me quedé sin días y sin horarios, con un pedazo de plástico en mi mano, que todavía esconde tu perfume. Yo nunca tuve la llave de las rutas del mundo, eso bien lo sabías, y sin embargo asumí el rol de viajante. Me inventé un escondite de monedas, aún sabiendo que el declive era absoluto (pero hice el intento, prometéme que crees esta no mentira) y quise pagar las facturas, los platos rotos, el rejunte de kilómetros y la tristeza. Así me quedara sin un centavo y las ovejas, ovejones, ovejitas optaran por el suicidio fatal ante tremenda crisis económica, quise pagarlo TODO. Vendí ovillos, saqué boletos, tiré papeles, miré calles. Y en el transcurso de ese ahorro pretencioso y humillante… a veces me sentaba en una esquina y miraba, después del humo, hacia arriba, hacia la nada…. como queriendo encontrar en una nube, en una absurda nube de trillada silueta, el recuerdo que sea motivo para NO arrepentirme de semejante situación de remera transpirada.

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