Te juro que conté, conté ovejas, ovejones, ovejitas. Pero los
sueños no venían. Me pasé noches enteras desnumerándome la vida y desenredando
los ovillos del tiempo, pero te juro que todo TODO de golpe se apelmazó en una
esquina y así, sin más, me quedé sin días y sin horarios, con un pedazo de
plástico en mi mano, que todavía esconde tu perfume. Yo nunca tuve la llave de
las rutas del mundo, eso bien lo sabías, y sin embargo asumí el rol de
viajante. Me inventé un escondite de monedas, aún sabiendo que el declive era
absoluto (pero hice el intento, prometéme que crees esta no mentira) y quise
pagar las facturas, los platos rotos, el rejunte de kilómetros y la tristeza. Así
me quedara sin un centavo y las ovejas, ovejones, ovejitas optaran por el
suicidio fatal ante tremenda crisis económica, quise pagarlo TODO. Vendí
ovillos, saqué boletos, tiré papeles, miré calles. Y en el transcurso de ese
ahorro pretencioso y humillante… a veces me sentaba en una esquina y miraba,
después del humo, hacia arriba, hacia la nada…. como queriendo encontrar en una
nube, en una absurda nube de trillada silueta, el recuerdo que sea motivo para
NO arrepentirme de semejante situación de remera transpirada.
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