La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Hay martes que te enseñan a mirar.

Mejor te vas, tu paso por mi rancho va pisado. Y está bien porque avanzas como te veo. ¿Vos sabés que hay martes que te enseñan a mirar? Y de tanto abrir los ojos no te pienso interrogar. Vos tendrás, muchacha lunes, las respuestas en tus fallas / los adioses en tu boca / el “hasta nunca” en la costumbre / y el “por si acaso” en el exilio (acobardado) (por si acaso). Y tengo dudas esenciales ¿sabés querida? Que te desprenden roncas, botoncito tonto. Y entonces caés sin el hilo salvamento que te sostenga en las alturas del protagonismo elegante. Igual no hace falta, che pasado. Yo te  quiero con la euforia primeriza y desde siempre. Pasa que viene el miércoles, decidido y exigente, pidiendo cambios y distancias, susurrando fuerte que te deje y no te encuentre. Y él es centro, centro en la semana y en mi vida. Sabe lo que dice y yo lo agendo, como al viento. Entonces me dejo sacudir por sus intentos y está bien porque avanzas como te veo. Y ya sé todo: para despedazarte es el momento del desastre. Y para olvidarte nada mejor que un martes, cuando vengo de quererte con la euforia del gran lunes, donde descubro que ya te “aman”, que ya te “esperan”, que mejor me voy, sobro en la escena.

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