Agustina Ferrand
sin querer queriendo
La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)
Las orejas se abren y entro yo.
Las orejas se abren y entro yo.
Hago mi casita en sus orejas.
Una mano blanca y de dedos puros me toca como pidiendo “permiso” y me lleva a dar una vuelta.
“¿Adónde vamos?”
, le pregunto.
“No estás muerta”
, me contesta.
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