No sé hacia dónde va mi vida.
Escucho música, fumo, tomo mate.
Me preocupo por mí.
Me preocupo demasiado.
No sé, dudo de todo.
No paro de buscar distracciones.
¿De qué estaré queriendo escapar?
Todas mis horas son nada, sólo quiero estar sentada.
Sólo quiero estar quieta.
Inmóvil.
Dejando que todo caiga sobre mí.
Estando por debajo y por encima de todas las cosas.
Mientras escribo esto soy otra.
Sueño con un amor que me rodee de fuego.
Sueño con un amor que me transforme.
Yo soy todas las cosas.
No estoy separada, me confundo con la música y la casa.
De un modo u otro: confío en el universo.
Me permito flotar.
Dejo todo en sus manos de cristal.
No sé expresarme de otra forma.
Yo estoy acá porque tengo que estar.
Y siempre estoy esperando un poema.
Lo único que espero de la vida es un poema.
Tengo una vida blanca y una vida negra.
Con hambre no se puede pensar.
Abandonada y abandonadora.
Te voy a lastimar los ojos con mi boca.
No somos capaces de sentirnos solos.
Y somos solos.
Tengo poco.
Y estoy lejos.
La distancia agiganta todo.
Yo nací para mirar lo que pocos pueden ver.
Todo lo otro es una farsa.
Un disfrazarse de cosas “necesarias”.
Descargo energía cuando escribo.
Me apasiona ver cómo se forman las palabras.
Igual que me apasiona sentir cómo se me abre el pecho
cuando fumo.
Tengo sueño.
Bah, tengo ganas de sentir horizontal el cuerpo.
Y hace frío.
Sueño con un amor que me rodee de fuego.
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