La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Agustina Angustia.

El clavo se cayó y con él un cuadro y la ternura.
Que no te extrañe si estorban pedazos de mis vidrios en tu suelo.

Yo no soy un almanaque de alegrías
mucho menos un par de manos ágiles
y una garganta con buenos adjetivos.

Es más
también debo confesar
que mi nombre desarmado
construye una ANGUSTIA que lastima
y que si te abrochás en silencio a mi cintura
te calzás el traje de suicida impresentable
y entrás, de golpe,
a una cueva sin retorno de razones
para evitar mis emociones
y desterrarlas de a montones.

No sonrías.
Y mejor huí que a mí se me agotaron los abrazos,
y con ellos los brazos y la dulzura temporaria que me invade desalmada.

Perdonáme
yo no quiero desarmarte
pero el clavo se cayó
y dejó todo el desastre.

Y aunque me guste tu sonrisa
¡no sonrías!

No mires mis pedazos enceguecida.

No me armes
dulce y tranquila
¡no me armes!


Yo no quiero que me des motivos y me salves.

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