La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

La comunicación es fiebre.

¿Te das cuenta? Todo se mueve, no somos los mismos, no son más las nueve, 20:33, todavía no son las nueve, da igual, "¿llueve o no llueve?", si no te despierto un poco me sobreviene la fiebre. La comunicación es fiebre. Y el silencio, según el rincón, es incomodidad, paz, dolor o cosa de tipos inteligentes (esto no es un diario, idiota, esto es un papel pegándose en tu frente). Luz intermitente, luz intermitente. Casa templo, noche suave, días breves. La calle te espera. La sueltes o no la sueltes. "¿Cobarde o valiente?" No me muestres los dientes si vas a morderme. Casi que creo tener la experiencia suficiente, 20:44, y no soy batman, techo prepotente. Yo miro tus ojos con el alma aprisionada y, entre otras cosas, se cómo y cuándo mutilarte las espadas, "¡guarda!", no me interesa tu sangre, a mí me interesa tu cara. Esa que ponés cuando no hay nada de nada. Cuando te quedás solito de cara al gran silencio que te espanta. Pero no importa, no me hagas caso, "no voy a llevarte los ojos al alma". Ésa jungla perdió la gracia, agustina, olvidá la militancia. El adentro es más amable y más sensato. Y no te confundas, somos inocentes, no santos. Dale, dale, dale, saltá tus propios charcos.

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