La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Magia.

¿Dónde está la mano que dibuja el sol y tus manos?
¿Y por qué nos dejaron tan solos y desamparados?
¿Qué habrá del otro lado? ¿Qué habrá del otro lado?
¿Y por qué nacemos mudos? ¿Qué es lo que no quieren que digamos?

Toda mi existencia es un puñado de preguntas.

Y vos, claro, sos respuesta que no puedo encontrar nunca.

Sin embargo hay una calma que termina con la rabia,
y esa calma sólo es calma, no se ensucia con palabras,
dice todo sin decirlo,
te presenta y te desarma.

¿Dónde está la mano que dibuja idiota estas lágrimas?
¿Por qué queman y no mojan? ¿Por qué vuelven y no estallan?
¿Quién me puso este corazón de rosa? ¿Y quién permitió las piedras?
¿Y quién me detuvo el alma? ¿Y quién me complica el habla?

Ay, basta, basta, basta.

¿Dónde está la mano que me tape la boca?
¿Dónde está el caminito que me lleve hasta casa?

Toda mi existencia es un puñado de esperanzas.

Esperanza no estés lejos.
Esperanza duela (s) menos.
Esperanza no te caigas.

Mañana seré otro universo.
Mañana seré otra muchacha.

Sin embargo ¿por dónde anda, mientras tanto, la mano que subraya tu nombre y te alcanza?
¿Será que la distraje en esta tinta? ¿Será que la cerré sin decir nada?
¿Dónde está la boca que me tape la mano?
¿Dónde está la llave que me muestre la casa?

Esperanza seas la llave.
Esperanza seas las luces.
Esperanza abracadabra.

“¡Abracadabra, abracadabra!”

¿Dónde está la boca que me tape la mano?

¿Dónde está la llave que me muestre la casa?

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